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La inteligencia de los brutos

Carl Sagan en su mítico libro Los dragones del edén se pregunta: ¿Y si el pensamiento abstracto no fuera tanto una cuestión de especie como de grado? ¿No pueden otros animales realizar abstracciones aunque no sea con la frecuencia y agudeza del hombre? Parece que nuestra incapacidad para medir la inteligencia de los animales radica en nuestra nula comunicación con ellos, respecto a la comunicación con otros animales el filósofo francés Montaigne manifestó: ¿Por qué suponer que los impedimentos que dificultan esta comunicación son imputables sólo a ellos y no, también, a nosotros? Los primeros estudios serios para demostrar la inteligencia de los animales fueron hechos en Indonesia por Alfred Russel Wallace, descubridor, conjuntamente con Darwin, de la evolución a través de la selección natural. Estudiando los hábitos de conducta de una cría de orangután, Wallace llegó a la conclusión de que su comportamiento “era exactamente el mismo que el de un niño en circunstancias parecidas”.

Los psicólogos de la universidad de nevada, Beatrice y Robert Gardner, enseñaron a un joven chimpancé hembra llamado Washoe casi 200 de los gestos empleados en el AMESLAN (acrónimo de American sign language), o también, “lengua norteamericana para sordomudos” (American deaf and dumb language). Se trata de una forma de expresión que se adapta maravillosamente bien a la soltura de manos de los chimpancés y que permite representar gestualmente los principales rasgos conceptuales del idioma hablado. Gracias al estudio de los Gardner, en la actualidad contamos con un nutrido acopio escrito y filmado de conversaciones en Ameslan y otros lenguajes por señas con Washoe, Lucy, Lana y otros chimpancés. Algunos chimpancés poseen un repertorio de cien a doscientos términos, y además, son capaces de distinguir entre diversos modelos de sintaxis y reglas gramaticales. Y lo que es más significativo, se han mostrado singularmente ingeniosos en la construcción de vocablos y expresiones de nuevo cuño. Washoe murió hace algunos años, pero como toda buena madre enseñó a su descendencia, lo que los otros primates bípedos le habían transmitido, un lenguaje. Los experimentos en Washoe nos enseñaron sobre la existencia no sólo de pensamiento abstracto en primates sino también de la transmisión cultural de conocimientos en sus sociedades.

Para muchos ésto no es suficiente y estos descubrimientos no son más que trucos como si del circo se tratara. En 1977, G.G. Gallup ideó el primero y quizá el único test de conciencia. Para poner a prueba una conciencia reflexiva, dio a los chimpancés la oportunidad de familiarizarse con un espejo. Después, cuando se hallaban en anestesia profunda, se les hizo una marca roja en la frente o en las orejas. Los chimpancés que estaban acostumbrados a usar el utensilio, enseguida se tocaron la nueva mancha al verse en el espejo. Era evidente que los animales podían reconocer que la imagen mostraba su propio cuerpo. Experimentos parecidos se han realizado con otros monos y mamíferos, pero la mayoría de ellos fallaban sistemáticamente en la “prueba del espejo” (tal vez con la excepción de los delfines). La primera conclusión fue que sólo el hombre y los grandes simios tenían una verdadera conciencia de sí mismos. No obstante, las limitaciones del test hacen que tal afirmación resulte un tanto prematura. Por un lado, la prueba depende mucho de la coordinación entre la propiocepción, la información visual y la ejecución motora. Esta habilidad puede no haber evolucionado al mismo nivel en todas las especies. Por otro lado, la capacidad de reconocimiento visual en el espejo puede requerir cierta disposición mental o determinadas cualidades del sistema visual que no todos los animales poseen. Esto parece más evidente si nos damos cuenta de que la mayoría de animales domésticos suelen hacer caso omiso a los espejos, sin prestarle atención alguna. De hecho, miembros de algunas tribus indígenas que nunca han tenido experiencia con el reflejo de su propia cara se comportan de manera similar a los animales experimentales que han fallado el test. ¿Para qué entonces nos sirve la prueba del espejo? Aunque el fracaso en la prueba no puede a priori implicar una falta de conciencia en sí mismo, pasarla sí apuntaría a su presencia. Con certeza casi absoluta podemos afirmar que el animal que utiliza el espejo para inspeccionar su cara tiene que entender que el reflejo representa su cuerpo o al menos poseer una autoconciencia cinética. Ello implica que posee una noción de sí mismo, por muy básica o sencilla que sea. Aunque todavía no sabemos cuantas especies son capaces de pensar en términos del “yo”, al menos ya tenemos la seguridad que no somos los únicos en aplicar este concepto.

La comunicación entre las inteligencias múltiples podría ser la marca de la conciencia humana, pero tal vez algunos animales también son capaces en cierto grado de esta comunicación entre módulos de inteligencia. Cuando se enseñó a los chimpancés lenguajes de signos fueron capaces de formular metáforas y llamar al tigre, por ejemplo, cebra peligrosa. Las metáforas son un modo de inteligencia que ilustra la comunicación entre talentos (A que pertenece al dominio 1 es como B que pertenece al dominio 2). Los animales en zoológicos muestran desviaciones sexuales hacia sus cuidadores, que nos hacen pensar en los problemas psicológicos de la sexualidad humana que ya no depende de un circuito especializado, sino de todo el cerebro, y así los problemas sexuales dejan de ser problemas fisiológicos y se convierten en problemas psicológicos. Muchos animales domésticos piensan que sus congéneres son los humanos, y desprecian a los de su especie. Las personas tienen un curioso prejuicio y suelen presumir que cuanto más se parece un animal a nosotros mismos, más listo es. Atribuiremos con mayor felicidad el pensamiento abstracto a “nuestros parientes más cercanos”, pero no a la rata; aceptaremos una alta inteligencia en el delfín que tiene ciertos rasgos faciales “humanizantes” pero no tanto en un pájaro. Los animales son mucho mas inteligentes de lo que la mayoría de la gente piensa, en nosotros está la culminación de un largo proceso de evolución que se ha desarrollado a través de la historia de la vida, pero que compartimos con un sinfín de formas cada una de ellas única por su valor intrínseco y nuestra tarea es comprender dichos procesos para esclarecer le mente de los animales y del hombre como uno mas de ellos y no como la supuesta cumbre de una pirámide antropocéntrica.

Para terminar, mi querido lector, me gustaría recomendarte algunos libros que seguro acrecentarán tu conocimiento sobre el tema de la inteligencia animal y otros interesantes tópicos sobre la conciencia y capacidades de abstracción de nuestros hermanos evolutivos. Recomiendo todos los libros de Desmond Morris. Del etólogo Irenaus Eibl-Eibesfeldt el de Amor y Odio, Historia natural del comportamiento humano en Salvat/ciencia, que permite entender mejor el amor y la agresión humana. En la misma colección se encuentra A través de la ventana (treinta años estudiando a los chimpancés) de jane Goodall. Volviendo a los etólogos clásicos, destacar la obra tan sugerente para el razonamiento sobre el comportamiento y la moral de Konrand Lorenz, en sus textos sobre biología del comportamiento, Fundamentos de etología, o Hablaba con las bestias, los peces y los pájaros.


See you space cowboys.

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